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Publicado en el Diario La Nación de Neiva (Huila, Colombia) el 18 de Agosto de 2013.

En la mañana del primer día de mis recientes vacaciones, caminando sola por la playa de Cartagena, encontré tres lanchas aparcadas en la arena. Me llamaron la atención sus nombres. La primera: «Sin pregunta«, la de la mitad: «Gracias Dios» y la tercera: «Voy con Dios«. No es común encontrar este tipo de embarcaciones marcadas así, ya que generalmente en la costa colombiana se usa más, nombres de mujeres para este fin.

Me detuve y me quedé extasiada observando un rato, sintiendo en mi corazón el gozo por el mensaje que acababa de recibir. Y le hablé a Dios: “Si Señor, ya no me hago tantas preguntas, ya he dejado de cuestionar tanto. Estoy aprendiendo a aceptar, gracias a Ti y a tus bellos mensajeros. Se que estás conmigo, que me acompañas a mi y a todos los que te invitamos a nuestras vidas. Los ángeles nos rodean. Gracias por el mensaje, lo recibo feliz. Te amo Dios del universo”.

Regresé a donde me estaba alojando y muy contenta lo publiqué en mi muro en la red social de Facebook, no para presumir sino porque he comprendido, aceptado y asumido mi misión de ser portadora de mensajes de aliento para otras personas. Compartiendo mis experiencias les muestro y ayudo a otros también a identificar sus mensajes, porque obviamente estas tres lanchas no estaban ubicadas al azar, ni únicamente para mí. El comunicado era para varias personas. El regalo era compartido, todos estamos conectados y somos uno.

Porque Dios siempre nos contesta y los ángeles que son sus amorosos intermediarios se valen de infinitos recursos y medios para entregarnos su guía. Son muy divertidos a la hora de hacernos saber lo que requerimos, el consejo que hemos solicitado. Eso que vemos en la televisión, lo que escuchamos en la radio, la conversación ajena que “sin querer” llega a nuestro oídos, aquello que leemos en esa revista vieja en la peluquería, en la sala de espera de cualquier recinto, la bellísima enseñanza que nos deja el correo electrónico que recibimos cuando no estamos tan motivados. De todo se encarga nuestro Dios.

Claramente los milagros y las respuestas llegan a quienes estamos listos, abiertos y dispuestos a recibirlos. De manera que, mantente receptivo a la llamada que recibes, al libro que te recomiendan, lo que escuchas o lees en la calle, la canción que suena mientras conduces, la publicación en Facebook que encuentras justo apenas lo abres, el tweet que te impacta, la frase que te dice esa persona con la que te cruzas y muy importante: bendice silenciosamente a tus hermanos, a todos aquellos encargados por el cielo para entregarte tu mensaje.

Nada ni nadie en el exterior, ningún conocimiento adquirido afuera, se puede comparar con la sabiduría interior ni con ese “ajá”, esa sensación de certeza en tu corazón cuando haces conexión con los ángeles. Obviamente, antes de orar, perdona, a ti mismo, a los demás y ponte en paz. No se puede escuchar, ver, sentir, recibir la ayuda estando resentido, triste o angustiado.

Una sugerencia adicional, si deseas afianzar tu relación con la divinidad,  empieza por sanar y afirmar la relación contigo mismo, sé tu mejor amigo. Vuelvo y lo expreso: ¿Quieres mejorar tu relación con los ángeles?; entonces, reconoce primero tu propia luz, tu brillo interior y extiéndelo hacia tus hermanos. Yo me siento consentida, pero estoy convencida de que tú también lo eres. Todos los somos porque Dios es el amor mismo en su máxima expresión y los ángeles son sus creaciones y extensiones. La relación con los ángeles transforma, orienta y otorga dirección.

El siguiente paso: honra, agradece e incorpora a tu vida la guía angelical. Incorporar quiere decir, darle cuerpo. Mensaje que recibes, mensaje que atiendes y por supuesto, pones en marcha; porque la intención sin acción se pierde. Debo reconocer en este punto y lo confieso hoy con una sonrisa de ingenuidad en mi rostro, que algunas veces polemicé con el mensaje. Me atreví a racionalizarlo, hoy en día ya no cuestiono.

Añado también eso si, que ante el mensaje siempre sonrío y muchas veces me he reído a carcajadas con la genialidad y creatividad celestial. Para actuar, le pregunto a Dios a través de los ángeles. ¿Mi elección está de acuerdo con la Tuya? Al decidirme de esa manera me alineo a Su Voluntad. Si, contamos con libre albedrío. Todo el tiempo tenemos la oportunidad de elegir, las oportunidades se nos muestran, siempre y cuando estemos dispuestos a fluir, a escuchar y a actuar.

Más que pedir, agradece sintiendo en el corazón que ya todo te ha sido concedido, que tus oraciones han sido escuchadas, porque todo está ya creado por Dios y no está afuera, no tienes que buscarlo. Recuerda además, que no solo oras o pides con tus palabras. Aparte de lo que expresas verbalmente, lo que piensas y lo que haces también tiene respuesta del cielo.

“Gracias Padre. Aún antes de pronunciar Tu nombre, Tú ya estás conmigo. Aún antes de pedirte cualquier cosa, Tú ya me la has ofrecido. Aún antes de preguntarte, Tú ya me has respondido. Gracias. Yo soy feliz de re-conocerte”.

Para terminar la anécdota con la que inicié, al rato que la publiqué en las redes sociales, recibí un comentario privado de una persona que lamentaba que yo no hubiera tenido una cámara para plasmar con una foto el evento de las tres lanchas y agregó que probablemente algunas personas no me iban a creer. Pensé tranquila que la imagen había quedado grabada en mi interior y que el mensaje llega para quien quiere recibirlo.

Esa misma tarde, hice de nuevo el recorrido por la playa, pero esta vez acompañada por mis hijos. Cual sería mi sorpresa cuando en el mismo lugar de la  mañana había solo una lancha de color rojo, que en letras blancas decía: No le creía. De nuevo, solté una carcajada y saltó mi corazón de alegría. Otro nombre extraño para una embarcación, otra gracia angelical. Así es, no necesitas probarle a nadie tu contacto angelical. Por cierto, durante toda mi estadía en Cartagena, nunca más volví a ver aquella lancha roja.

 Bendiciones de amor y luz.

 Martha Muñoz Losada