Publicado en el Diario La Nación de Neiva (Huila, Colombia) el 09 de Noviembre de 2014.
Ganar como consecuencia de haber estafado a alguien, reír cuando otro llora, sentirse satisfecho porque por ejemplo a un antiguo socio o ex pareja no le está yendo bien o porque ya también le dejaron de nuevo, salir adelante a costa de la infelicidad ajena. ¿Realmente crees que estas emociones provienen del ser?
La alegría o el alivio temporal, la satisfacción que no se queda, el bienestar de momento, son herramientas que el ego usa para mantenernos estables por ratos. Estos trucos son sus caramelos. Y se nos ofrecen como a mascotas en entrenamiento.
Ten cuidado. En el dualismo del mundo que vivimos y vemos podemos caer fácilmente aceptando estos caramelos, si no hacemos conciencia de la astucia que existe detrás. Son formas con las que el ego distorsiona la verdad.
A corto plazo funcionan porque recrean alegrías efímeras. Pero luego aparece la sensación de vacío y desasosiego. Si no trabajamos en nuestro interior, nos podemos quedar indefinidamente en su juego.
Esto no sólo se da individualmente, ocurre en cada área de la existencia colectiva. Relaciones internacionales, sociales, política, salud y hasta en los deportes. Recuerdo el pasado mundial de futbol 2014, cuando la Selección Colombia fue eliminada en los cuartos de final por el equipo de Brasil. Y luego a ellos, los anfitriones, los sacó Alemania con un apabullante 7-1.
En boca de mucha gente aquí en mi país, se escuchaba: “Ellos nos habían robado”. “Bien hecho, gracias Dios”. “No es que me alegre, pero se siente un fresco”. “Se hizo justicia divina”.
¡Qué forma más sutil de engañarnos! Dios no es ningún justiciero. Así no obra Él. Somos nosotros mismos los que nos encargamos de recoger lo que sembramos. Tan simple es.
Son tantas las emociones que se maquillan dulcemente para justificar nuestros pensamientos y comportamientos. Permanecer en ellas, es como saber que estamos extraviados y seguir por el mismo camino.
Cito algunas brevemente:
La venganza
“Yo no quisiera. Se lo hago para que él o ella aprenda. Soy su instrumento de sanación y salvación. Alguien le debe enseñar. Es mi papel, Dios me designó para ello”.
Nada más insensato que negar que atacar a otro es atacarse a uno mismo. No hay manera de que le hagas daño a otra persona sin que ello te afecte a ti. La venganza no forma parte del amor.
“Ni siquiera se lo dije, aunque ganas no me faltan. Solo lo pensé”. Aún cuando solo sea con el pensamiento, las ganas de desquitarse y sus efectos son enormes y se devuelven como un boomerang.
El sacrificio
Sacrificarnos, no querer salir del dolor creyendo que así agradamos a Dios o para ganar puntos en el cielo, puede ser uno de los caramelos más amargos que existen.
Te recuerdo que Dios no nos exige sacrificio. No tenemos que hacer nada especial para que nos quiera, ni para caerle bien. Su Voluntad para cada uno de nosotros, sus hijos amados, es perfecta felicidad.
La arrogancia
Este es uno de los caramelos favoritos del ego. Y lo saboreamos cuando sale a flote el gusto por corregir al otro. La arrogancia se auto justifica con la razón. O mejor, con la ilusión de estar en lo correcto y de tener la razón.
No te niegues a desaprender, no le cierres la puerta a la guía divina, no te estanques creyendo que ya estás por encima de todos y de todo, y que no hay nada que necesite ser cambiado en tu sistema de pensamiento.
Además, ¿qué me dices de: triunfar aún cuando se hace trampa, con el objetivo de buscar reconocimiento, ayudar esperando recompensa o aplausos, actuar solidariamente simplemente para que los demás nos vean o donar para obtener rebajas tributarias o simplemente para evitar supuestas represalias divinas?
Hazlo mejor por la oportunidad de sentirte útil, por el mero hecho de hacer bien. No esperes nada a cambio, ni lo hagas por temor a Dios. Que salga desde tu corazón.
Tus ángeles te invitan a que vacíes tu mente de todo lo que has etiquetado como cierto o falso, positivo o negativo, de todas las creencias que te hacen sentir inadecuado o avergonzado. No hay nada desacertado en nosotros. Y no hay motivo para percibirnos como lobos disfrazados de ovejas.
No habría necesidad de que el ego nos endulzara si constantemente hiciéramos conciencia y recordáramos nuestro verdadero origen. Ya somos miel de Dios, somos sus amorosos hijos.
Considérate luz y amor en esencia, porque eso es realmente lo que eres. Las creencias de que eres malo, de que eres nadie o de que no mereces lo bueno, también son caramelos e invenciones del ego.
Apóyate en los ángeles. Ellos son pensamientos de Dios y nos recuerdan el amor que el Creador siente por nosotros. Ellos te ayudan a bendecir, honrar y reconocer la inocencia en el otro y en ti mismo.
No aceptes más los caramelos del ego. Te intoxican. A cambio, acepta el amor que Dios te ofrece. Me despido con esta corta oración:
Hoy dejo Padre que Tu vengas a mi. No voy con exigencias. Soy tu hijo/a amado/a. Tú sabes como llegar a mi. Ángeles dispongan mi mente y endulcen mi corazón para recibir al Padre.
Bendiciones de amor y luz.
Martha Muñoz Losada